La urticaria se caracteriza por la presencia de habones (ronchas) en la piel de color rosado, sobreelevado a veces, y por generar un picor severo. Otro hecho distintivo de la misma es la duración de cada uno de esos habones, que suelen durar menos de un día (horas) y desaparecen mientras que otros nuevos emergen.

Cuando ésta se determina, lo más habitual es que la urticaria se presente acompañando a una infección, presente o pasada; generalmente respiratoria (un catarro, una amigdalitis o una neumonía) o digestiva (gastroenteritis vírica, por ejemplo). Otras veces, menos del 10%, es secundaria a la toma de un medicamento.

El angioedema suele aparecer acompañando la urticaria (si bien hay formas hereditarias y solitarias de angioedema). Se trata de un edema o hinchazón de la piel a un nivel un poco más profundo que también es transitorio y pica.

El diagnóstico suele requerir una adecuada exploración clínica. Cabe remarcar de nuevo que en casi ningún caso de urticaria aguda va a ser necesario hacer pruebas de alergia adicionales.

En ambos casos, su dermatólogo le indicará cuál es el tratamiento más apropiado, que suele estar basado en antihistamínicos de segunda generación. En casos más graves o duraderos, puede requerir tratamiento con corticoides u otros inmunosupresores, e incluso con fármacos más avanzados como anticuerpos monoclonales.