Acné - Clínica dermatológica y estética RBE
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Acné

El acné es una enfermedad de los folículos pilosebáceos que están localizados en la cara, la espalda, el pecho, los hombros e incluso la parte superior de los brazos.

Es el problema dermatológico más frecuente en adolescentes y puede disminuir la autoestima en los que lo padecen e incluso afectar a las relaciones sociales, hasta el punto de causar importantes alteraciones psicológicas. Además, las lesiones de acné pueden dejar marcas y cicatrices permanentes por lo que es importante realizar un tratamiento precoz y adecuado.

Aunque es una enfermedad típica de la adolescencia (acné juvenil), en ocasiones puede prolongarse hasta los 30-40 años o incluso puede aparecer por encima de esta edad o en la infancia.

La causa exacta del acné es desconocida, pero se sabe que intervienen factores de diversa índole como factores hormonales que estimulan el crecimiento y secreción de las glándulas sebáceas (aumenta la secreción grasa), exceso de escamas en los poros y aumento de bacterias como el Propionibacterium acnes, que provoca inflamación e infección.

El acné es una de las enfermedades dermatológicas más frecuentes, llegando a afectar al 80% de la población. Existe, sin embargo, una gran variedad en su presentación clínica y en la intensidad de las lesiones.

Aunque durante muchos años no se ha considerado una enfermedad sino una fase de la vida de la mayoría de las personas, que había que tolerar y que acababa resolviéndose espontáneamente, en la actualidad se reconoce la importancia de tratarlo de manera adecuada por 2 razones fundamentales. 

En primer lugar, y más importante, causa un problema psicológico a muchas personas, especialmente en la adolescencia, un momento crucial para la formación de la personalidad, en la que el sujeto tolera mal la existencia de lesiones que alteran su imagen personal. Esto lleva a la aparición de un sentimiento de infravaloración personal y a evitar en muchos casos las relaciones sociales.

En segundo lugar, y principalmente en las formas severas de acné, la ausencia de un tratamiento efectivo puede conllevar la aparición de marcas y cicatrices irreversibles en la cara y espalda, que condicionarán el aspecto de una persona el resto de su vida.

El acné es una enfermedad del folículo pilosebáceo en la que confluyen dos procesos, una alteración en la formación de la epidermis en la zona del folículo y un aumento de la secreción de las glándulas sebáceas.

El acné se inicia en la pubertad, con el aumento en la producción de hormonas sexuales, lo cual lleva a un aumento de la producción sebácea. Este aumento de sebo intenta salir a la superficie a través del conducto de la glándula sebácea que conecta con el folículo sebáceo.

Sin embargo, en ciertos individuos, para lo cual existe una predisposición en la que concurren frecuentemente factores genéticos, se produce una alteración en la pared de ese canal, por un aumento en la formación de queratina, lo que lleva a la formación de un tapón de queratina y sebo, que acaba obstruyendo el folículo.

Este tapón es un hallazgo fundamental del acné y aparece en los pacientes como comedones abiertos (puntos negros), o comedones cerrados (pequeños quistes en la superficie de la piel). El aumento en la producción de sebo y su acumulación, facilitan la proliferación de ciertas bacterias, la principal de ellas Propionibacterium acnes.

La incapacidad para drenar el sebo y el crecimiento bacteriano llevan a la rotura del conducto sebáceo, con lo que el material retenido se vierte en la dermis, apareciendo una inflamación en la zona, que aparece como pápulas rojas. Posteriormente se acumula pus y aparecen pústulas, y en el caso de que las lesiones sean más grandes y profundas, aparecen bultos que observamos como nódulos, quistes y abscesos.

El tratamiento del paciente con acné implica la realización de una historia clínica bien hecha, en la que se valore la posible implicación de los factores psicológicos mencionados en las secciones anteriores, pero también otros datos relevantes como los tratamientos que el paciente ha realizado y cómo de constante ha sido.

Por último, debemos conocer qué importancia confiere el paciente a su acné. Existen pacientes con formas moderadas de acné, que apenas le atribuyen relevancia y acuden a la consulta presionados por los padres. En otros casos, atendemos a pacientes con formas leves de acné que, a pesar de haber utilizado múltiples tratamientos, se encuentran psicológicamente muy afectados por la presencia de un número pequeño de lesiones.

A) Acné vulgar:

El diagnóstico clínico de acné vulgar, es decir el acné frecuente consecuencia de la edad, y no derivado de la aplicación de productos inadecuados, toma de fármacos, etc., depende de la observación de las lesiones clínicas que acabamos de explicar: comedones, pápulas, pústulas y en ocasiones nódulos o quistes.

Lógicamente con la evolución, algunas lesiones se curan y dejan marcas, que pueden aparecer como manchas rojas o como pequeños abultamientos o depresiones en la piel. Estas últimas son las lesiones que resultan más difíciles de solucionar, aun utilizando peelings, exfoliaciones o tratamientos con láser, y por tanto resulta muy importante evitar su formación y tratar el acné de forma adecuada antes de llegar a esta fase.

B) Formas especiales de acné:

  • Una muy frecuente es el acné que aparece en mujeres a partir de la adolescencia y que guarda relación con los ciclos menstruales, de manera que empeora en los días previos a la menstruación. Resulta importante descartar en estas mujeres la existencia de alteraciones hormonales significativas, principalmente un síndrome de ovarios poliquísticos.

    Las mujeres que padecen esta patología suelen tener reglas irregulares y, en ocasiones, otras alteraciones como un aumento de vello en el cuerpo (hipertricosis) y un grado variable de alopecia. Resulta especialmente importante detectar este tipo de alteraciones, realizando una analítica hormonal y una ecografía, ya que el acné de estas pacientes responde bien a un tratamiento hormonal con ciertos anticonceptivos.

  • Otras formas especiales y frecuentes de acné, que conviene recordar, son aquellas causadas por la aplicación de cosméticos o cremas faciales, como fotoprotectores inadecuados para el tipo de piel del paciente. Normalmente son cremas demasiado grasas que ocluyen el folículo y, en pacientes predispuestos, favorecen la aparición o el empeoramiento del acné.

Por último, existen ciertos tratamientos como los corticoides, en crema o por vía oral, y ciertos fármacos que se utilizan en la actualidad para el tratamiento del cáncer, que pueden favorecer la aparición de brotes de lesiones similares al acné.

El 95% de los casos de acné se curan. El tratamiento del acné debe ser siempre individualizado. Dependerá del tipo de acné, de su severidad y de la edad del paciente.

Un punto previo, muy importante, reside en una adecuada limpieza facial, utilizando un jabón o gel limpiador facial, principalmente por la noche, que elimine el exceso de grasa y deje preparada la piel para la aplicación del tratamiento frente al acné. Además, en ocasiones utilizamos peelings superficiales, láseres y terapia fotodinámica.

Los tratamientos que utilizamos para el acné son tanto tópicos, es decir aplicados sobre la piel en forma de cremas, geles, lociones o mascarillas; como sistémicos, en forma de pastillas.

A) Tratamientos tópicos

Los tratamientos tópicos se encaminan a tratar la inflamación, por una parte, y los tapones foliculares o comedones, por otra. Sin embargo, muchos de los tratamientos que utilizamos actúan en mayor o menor grado frente a los dos componentes del acné.

Frente a la inflamación tenemos geles y cremas que combinan antibióticos con otros productos con acción antibacteriana, como el peróxido de benzoilo. Los tratamientos dirigidos frente a los comedones tienen una acción queratolítica, es decir disuelven la queratina, de ahí que puedan irritar la piel en los primeros días de tratamiento. Se basan principalmente en la aplicación de derivados de la vitamina A, es decir retinoides.

Como acabamos de mencionar, resulta muy importante instruir al paciente para que se aplique bien el tratamiento para evitar los efectos secundarios, ya que conducen en muchas ocasiones a que dejen de aplicárselo en los primeros días.

B) Tratamientos sistémicos

Los tratamientos sistémicos son de 3 tipos: antibióticos, anticonceptivos y retinoides orales. 

Los antibióticos utilizados en el acné pertenecen principalmente al grupo de las tetraciclinas. Actúan por su efecto antibiótico frente a las bacterias que se acumulan en el acné, pero también tienen un efecto antiinflamatorio, por lo que se utilizan durante periodos largos, de 2-3 meses. No deben administrarse a embarazadas ni a niños menores de 8 años. Se utilizan sobre todo en pacientes en los que existe un componente inflamatorio importante.

Los anticonceptivos se utilizan en pacientes en las que se sospecha que su acné tiene un componente hormonal, bien porque se haya comprobado con determinaciones analíticas o por la historia que refiere la paciente. Los anovulatorios que se utilizan son aquellos que tienen un compuesto con efecto antiandrogénico, ya que al frenar los andrógenos consiguen disminuir la acción de la glándula sebácea.

Por último, el isotretinoino o ácido 13-cis-retinoico es un fármaco muy efectivo frente al acné. Ejerce su efecto actuando sobre los diferentes mecanismos que favorecen la aparición del acné y una gran parte de los pacientes cuando finalizan el tratamiento se encuentran libres de lesiones.

Las personas con mayor riesgo de reaparición del acné al finalizar este tratamiento son las mujeres con alteraciones hormonales, los pacientes con un acné más severo, sobre todo cuando éste se inició de manera temprana, y los pacientes con antecedentes familiares de acné severo.

Los efectos secundarios de esta medicación se pueden manejar con relativa facilidad, pero debe ser utilizado solo por dermatólogos.

  • En primer lugar, es un fármaco teratógeno, es decir que puede provocar malformaciones en el feto, por lo que las mujeres en edad fértil que sigan este tratamiento deben realizar una anticoncepción efectiva durante el mismo y durante 1 mes posterior a su finalización, que es lo que tarda en eliminarse el fármaco de la sangre.
  • En segundo lugar, es un fármaco que provoca una sequedad importante en la piel y mucosas. Esto es especialmente llamativo en los labios, y en algunos casos en la conjuntiva ocular, por lo que los pacientes deben hidratarse de manera frecuente con cremas o pomadas labiales y con lágrimas artificiales, respectivamente.
  • Por último, es una medicación con la que los pacientes toleran peor el sol, ya que aparece eritema con facilidad y molestias en la piel, por lo que se recomienda valorar los hábitos de vida del paciente, y en general en pacientes adolescentes o jóvenes no administrarlo en verano.
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