El paciente lo refiere como una lesión de nueva aparición o como un cambio en un lunar que tenía desde hace tiempo. Su diagnóstico precoz es especialmente importante, ya que los casos que se detectan de forma temprana, cuando el melanoma se encuentra localizado en el interior de la epidermis (melanoma in situ), tienen una supervivencia del 100%, es decir, que son curables mediante la cirugía.

Sin embargo, aquellos casos que se detectan cuando el tumor ya ha crecido, desarrollando una lesión de mayor tamaño, en muchas ocasiones con una placa que provoca un relieve en la piel, con un tumor o con una lesión ulcerada, tienen mucho peor pronóstico y con frecuencia se pueden diseminar a los ganglios linfáticos o a otros órganos.

El tratamiento del melanoma se basa en la extirpación del tumor junto con un margen de piel sana alrededor. Además, excepto en los casos muy incipientes, se realiza el estudio del ganglio centinela. Este ganglio es aquel que recibe el drenaje linfático desde el tumor y, una vez localizado, se estudia mediante técnicas histológicas si existen células tumorales que hayan alcanzado dicho ganglio.

Además, deben realizarse pruebas de imagen y de laboratorio para estudiar si el tumor se ha extendido a otros órganos. El número y tipo de pruebas que deben realizarse depende del estadio en el que el tumor se encuentre al extirparlo.

Para los casos en los que el melanoma se ha extendido a otros órganos, o en los que nos encontremos ante un tumor de mal pronóstico en el que interese prevenir la aparición de metástasis, existen dos tipos de tratamientos.

• Por un lado, se han desarrollado fármacos que bloquean una mutación (BRAF) que se encuentra presente aproximadamente en el 50% de los melanomas.
• En segundo lugar, existen medicamentos que estimulan la respuesta inmune del paciente frente al tumor, bloqueando diferentes moléculas cuya función normal es disminuir o regular la respuesta inmunitaria